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domingo, 23 de octubre de 2011

Mansilla, Mármol, Rosas, Sarmiento Año 4. Edición número 179. Domingo 23 de octubre de 2011 Por Ricardo Piglia, escritor cultura@miradasalsur.com


Quería recordar algunas situaciones, escenas de la literatura 
argentina que me parece que nos permitirían abrir hacia constelaciones y sentidos.
En junio de 1856, en el Teatro Argentino, un teatro que quedaba en la calle Cuyo –hoy Sarmiento, porque el sanjuanino vivía en esa calle– y recorrió gran parte de la historia argentina, aparecieron una serie de carteles anunciando que había un luchador norteamericano, Mr. Charles, presentado como el hombre más fuerte del mundo, que aceptaba desafíos a quien quisiera pelear con él. Tres mil pesos al que lo derrotara, mucha plata para ese momento. El 22 de junio, el día antes de la pelea, los periódicos de Buenos Aires publicaron la lista de los posibles rivales de Mr. Charles y lo más interesante del asunto es que los rivales no eran identificados por su nombre sino por su nacionalidad: tres argentinos, tres italianos, dos vascos, un uruguayo, un francés y uno de nacionalidad desconocida. Es el que me intrigo más. Posiblemente fuera serbio, croata, ruso, el que menos se podía hacer entender seguramente en un castellano un poco imaginario que tenía. Ahí, en esa primera lista, está la prehistoria de la inmigración argentina. 1856, todavía no están los inmigrantes que van a empezar a llegar después de los setenta pero ya vemos aparecer en Buenos Aires una serie de extranjeros que seguramente vienen aquí a hacer la América, una pre América digamos, y que condensan lo que va a ser cuantitativamente esa mezcla de italianos, vascos, franceses. Como si tuviéramos un corte sobre lo que en el futuro será la inmigración en la Argentina. Seguramente estos hombres no tenían trabajo o ganaban poca plata y pensaron “Bueno, me arriesgo a pelear con este hombre”. Seguramente eran hombres muy fuertes, posiblemente trabajadores del puerto.
Se designó un jurado para ese enfrentamiento. Estaba el jefe de policía de la ciudad de Buenos Aires, Andrade; estaba Sarmiento y estaba Martínez de Hoz, el que fue el primer presidente de la Sociedad Rural. Esa combinación del jefe de policía, Sarmiento y Martínez de Hoz quiere decir que eso es algo a lo que le dieron mucha importancia porque crearon un jurado de, lo que podríamos llamar, notables. Estamos en 1856, Rosas había caído en 1852. Buenos Aires se había separado de la Confederación, Urquiza defendía la tradición federal y el conflicto terminó con la autonomización de Buenos Aires. Sarmiento acababa de llegar con el ejército grande, y cuando ve que el federalismo se volvía a imponer se fue a Chile, donde se retira de la política y planea dedicarse a la crianza de gusanos de seda. Pero Mitre lo llama ese 1856 y él vuelve para ocupar un cargo: Concejal de la Ciudad de Buenos Aires, es el primer puesto político que tiene.
Hay dos mil personas para asistir a esa pelea pero no hay ninguna mujer, con entrada prohibida, lo cual llama la atención sobre cuáles eran los lugares de la sociabilidad y la escisión desde el punto de vista del género. Las mujeres quedaban reducidas al espacio de la casa, a ciertos salones, y hay un signo ahí de esta idea de los espacios masculinos y los espacios femeninos. Imaginemos ese teatro: dos mil personas para asistir a esta pelea. Al día siguiente, en la crónica de El Nacional, diario de Mitre y antecedente de La Nación, Sarmiento escribió allí utilizando su criterio de la hipérbole clásica y dice que la pelea entre Charles y los distintos rivales fue, “uno de los episodios más excitantes que se hayan presenciado en América”. Es como Héctor Ricardo García: le parece algo extraordinario el hecho de que se haya producido esta pelea y lo escribe. Otro que estaba entre el público era José Mármol, el autor de Amalia, senador. Y también estaba Lucio Mansilla, el autor de Una excursión a los indios ranqueles.
Cuando estaba por empezar la pelea Mansilla aprovechó para llamar pícaro y calumniador a Mármol. Imaginemos la escena, Mansilla desde un palco lo bate a duelo a Mármol que está en el palco de enfrente. Mansilla es el rosismo. Mármol, el santo del unitarismo. Inmediatamente todo el mundo empezó a gritar mueran los mazorqueros, muera Mansilla. Cuando se restableció el orden, Mármol le preguntó por qué no lo había retado a duelo en sus tantos encuentros personales y no esa escena. El jefe de policía arrestó a Mansilla que pasó la noche en prisión. Mr. Charles venció a cinco pero el sexto rival (un francés del que no se sabe nada) lo derrotó. Lo divertido es que Charles, que paraba en un hotel en la calle 25 de Mayo, se escapó sin pagar, en una realidad que puede ser una escena entre Onetti y Arlt. Al día siguiente, los periódicos llaman la atención sobre el escándalo. Y Sarmiento escribe: “Tan dramático y ruidoso ha sido el incidente entre Mármol y Mansilla que sería puerilidad negarle los honores de la prensa”.
Dicen que la verdad sobre lo sucedido es que Mansilla juró vengarse de Mármol luego de leer Amalia. Una lectura que termina en un duelo. Mansilla elige esa escena, que es una escena entre pares, digamos, y lo bate a duelo a Mármol porque no le gusta lo que escribe.
Y escribe entonces, Mansilla: “Hay enAmalia, del señor Mármol, un capítulo titulado ‘Quinientas onzas’, léalo cualquiera que aprecie en algo pero no de los suyos y con la lealtad de un caballero dígame si he tenido razón o no para hacer lo que hice. Se preguntará por qué deje pasar tanto tiempo. En el capítulo ‘Quinientas onzas’ hay una insinuación de que la familia de Mansilla es corrupta”.
En la escena del libro, alguien va a ofrecerles esas quinientas onzas de dinero a los Mansilla para arreglar una situación. Se da por sentado que los Mansilla son corruptos. Ese es el motivo por el cual Mansilla batió a duelo a Mármol. Sigue Mansilla: ¿Por qué recién ahora? Porque antes no he encontrado oportunidad. Porque cuando me he visto cara a cara con el señor Mármol ha sido en casas que es debido respetar. El domingo en cambio no estuvo presente ninguna dama. La oportunidad era la que había ansiado. Público había sido el agravio, público debía ser el resto. Es imposible que yo lo hubiera desafiado en una escena donde hubiera una mujer adelante”.
Mansilla, a propósito de esta situación, se fue a vivir a Paraná, y allí comienza su carrera como escritor. Otra vez las contingencias de la vida política y social de Buenos Aires en el siglo XIX nos sorprenden sobre las características extraordinarias de grandes obras que podrían no haber existido. Como pudo no haber existido el Facundo, también pudieron no haber existido Amalia o Una excursión a los indios ranqueles.
La polémica implícita entre Mármol y Mansilla permite entender cuáles son los límites que diferencian lo público de lo privado, lo íntimo de lo impreso, una problemática que recorre la literatura argentina hasta hoy con transformaciones múltiples. Lo que está detrás es esta cuestión. Hasta dónde se llega en el señalamiento de algunos elementos que forman parte de tradiciones que deben ser entendidas como tradiciones privadas.
Sarmiento dice algo muy inteligente refiriéndose al acontecimiento de la lectura de Amalia: “Peligrosa es la novela, peligrosa es la ficción romanesca en las ciudades del tercer o cuarto orden”. Así veía él a Buenos Aires, esto hay que mandárselo a Macri. “Porque no siendo grande hasta perderse de vista el círculo de las relaciones, la malicia pública se ejercita en descubrir con más o menos tino los hechos reales que con la ficción tienen semejanza.”
Hace una lectura de la posibilidad que la novela se desarrolle en lugares donde la gente no se conoce toda: “La ficción puede circular en lugares, en esos mundos que no son tan cerrados, donde toda la gente se conoce y todas las historias se convierten en novelas en claves porque todo el mundo se identifica”. Por otro lado, esa era una época donde las cartas privadas muy a menudo eran interceptadas. Hay una historia del siglo XIX de cómo Rosas lee cartas que escriben sobre él porque alguien las roba y se las da. Por lo tanto, hay un sistema de circulación de la información y la correspondencia privada que es un poco el contexto dentro del cual comienza a crecer la novela en la Argentina. Es como si esa relación entre carta privada, carta pública, calumnia y anónimo arme el contexto en el cual se desarrolla la novela.
La novela trabaja sobre la realidad ya narrada. Los novelistas trabajamos sobre las versiones, las historias que circulan, los distintos elementos. No tenemos una relación directa con la realidad sino que tenemos una relación directa con la realidad ya narrada en el mundo popular, en el mundo de los relatos orales, las correspondencias y distintos momentos de la novela están muy ligados con el material básico sobre el cual trabajamos los novelistas. Trabajamos con esas historias que circulan y esas historias son las que luego dan lugar a la aparición de las novelas. Entonces estamos en un momento donde esa circulación es muy intensa, donde la novela todavía funciona como un género que se está terminando de adaptar.
Hay un gran ensayo de Viñas en Literatura argentina y realidad política donde estudia las cartas de Mansilla. Esta idea de que la literatura argentina está creciendo en torno de esta circulación entre privada, personal y digamos secreta de cierta correspondencia me parece que es un elemento importante para hacer una historia posible del género en la Argentina. Por lo demás, leyendo Una excursión a los indios ranqueles, uno de los grandes libros que se han escrito en el país, se puede pensar que “los indios son nuestros palestinos”. Una excursión a los indios ranqueles está escrito como cartas a Santiago Arcos (un amigo de Mansilla). Por eso creo que el conflicto entre Mansilla y Mármol toca estas cuestiones, es como si Mansilla le dijera a Mármol “¿Cómo podemos entender que siendo de la misma clase aparezca esa denuncia en torno a mi familia que es una familia de mucho prestigio en la Argentina?”. Allí hay un signo que tendríamos que tener presente.
El pensamiento liberal no podía concebir al otro como alguien sincero que cree en eso sino como alguien que está representando una posición.

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