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domingo, 30 de diciembre de 2012

¿Una acción militar de EE.UU. en América del Sur?



El Pentágono norteamericano estudia incrementar el número de operaciones bélicas y la cooperación en defensa en el Cono Sur.
La última edición de la Revista de Anticipación Política-MAP, publicada por el Laboratorio Europeo de Anticipación Política (Leap), está en gran parte dedicada al análisis de las tendencias regionales en América del Sur entre 2012 y 2016. El capítulo dedicado al tema tiene un título sugerente: “Incertidumbre entre dominación estadunidense e independencia regional”.
La publicación sostiene que el actual escenario regional e internacional presenta condiciones excepcionales para que Suramérica se constituya en una región geopolíticamente soberana, luego del fracaso del Consenso de Washington y de la estrategia de integración orientada por Estado Unidos a través del ALCA. Analiza brevemente la política estadunidense de construir una alianza con sus aliados del Pacífico, con el objetivo de crear una barrera que podría dificultar las relaciones comerciales con Asia a los países de la zona del Atlántico.
El punto álgido del análisis es el militar. Los analistas del Leap sostienen que América del Sur debe prepararse para una posible acción militar estadunidense, país que está militarizando el territorio latinoamericano para fortalecer su posición de dominio. El think tankgeopolítico europeo, cercano al presidente François Hollande, se detiene en la creciente presencia militar del Comando Sur en la región y concluye que con el éxito del golpe institucional en Paraguay contra Fernando Lugo, Estados Unidos ha consolidado su poder militar en el corazón de países del Unasur.
La convicción de que la superpotencia en decadencia pretende recolonizar la región recurriendo a acciones militares no es novedosa, salvo por el hecho de provenir de un importante centro europeo y por llevar los análisis hasta las últimas consecuencias. El hombre siempre ha utilizado las armas que ha desarrollado, y el mundo acostumbra a salir de las crisis sistémicas con una gran guerra, después de la cual se dan las condiciones para el nuevo orden, son dos de las ideas-guías de ese análisis.
Surgen de inmediato dos preguntas. ¿Está la región preparada para enfrentar una acción militar recolonizadora del Pentágono? ¿Cómo imaginamos, y cómo nos preparamos para la transición a un mundo nuevo, quizá sólo multipolar, ojalá también socialista?
La primera respuesta es que aún no están dadas las condiciones para enfrentar, como región, a Estados Unidos. Sólo Brasil y Venezuela tienen conciencia de las dificultades que vendrán en el futuro inmediato y se están preparando para ello, según las capacidades de cada cual. Brasil se dotó de una Estrategia Nacional de Defensa bajo el segundo gobierno de Lula; está procediendo a revitalizar su industria militar y a construir los medios necesarios para su defensa, incluyendo, como ya se ha dicho en esta columna, la construcción de submarinos nucleares.
Sin embargo, tropieza con algunas dificultades y limitaciones. La nueva postergación de la compra de cazas de última generación, proceso que ya lleva dos décadas, y sobre todo la reciente inclinación por los F-18 de Boeing en vez de los franceses Rafale, revela cómo las presiones de la Casa Blanca consiguen resultados en países que parecían firmes en sus decisiones.
Como se sabe, Venezuela también ha dado pasos importantes para defenderse de eventuales acciones militares pero sigue estando en el ojo del huracán desestabilizador de Washington y las derechas regionales. En los demás países predomina o bien un claro alineamiento con la política del Pentágono (casos de Chile, Colombia, Perú y ahora también Paraguay) o posiciones ambiguas como las de Uruguay. En todo caso, en la mayor parte de los gobiernos de la región prevalece la convicción de que no habrá que enfrentar situaciones extremas.
La segunda pregunta sigue requiriendo un debate estratégico sobre cómo prevemos la llegada de los cambios y cómo nos preparamos para hacerlos realidad. En este punto se impone una reflexión lateral: los cambios de verdad, los que se relacionan con abrir el escenario político a nuevas relaciones sociales, a nuevas formas de poder y por lo tanto a una nueva sociedad, no vendrán de los gobiernos sino de los abajos, de la gente común organizada en movimientos.
Lo contrario no puede ser sino la continuidad de la opresión bajo otras formas. ¿Hemos aprendido algo de las revoluciones independentistas que sólo cambiaron las élites y dejaron sin tocar las relaciones sociales y de poder? En un texto luminoso, “El problema primario del Perú”, José Carlos Mariátegui sostuvo: “La república ha significado para los indios la ascensión de una nueva clase dominante que se ha apropiado sistemáticamente de sus tierras. Fue más lejos y aseguró que el virreinato fue menos culpable de la situación del indio que los republicanos que los adormecieron al inscribir demagógicamente sus demandas en un programa que nunca cumplieron”.
Así las cosas, surge el tercer problema: prepararnos para un futuro de guerras y confrontaciones impuestas por el imperio y las clases dominantes supone, en primer lugar, construir la convicción subjetiva de la inevitabilidad de estos escenarios. Un análisis que incluya como eje central la preparación de fuerzas para esa eventualidad, que no se reduce a una cuestión sólo militar sino implica algo más profundo y previo: la disposición anímica, que pasa por una ética de no involucrarse con los de arriba, se llamen burguesía, Estado, medios de la derecha u ONG.
Desde este punto de vista, en América del Sur estamos aún muy lejos. En la medida en que no tenemos recetas prontas para aplicar sobre cómo hacer y qué rumbos tomar, los ejemplos y referencias pueden ser de enorme ayuda. Esos hombres, esas mujeres y esos niños que el 21 de diciembre levantaron el puño en silencio en cinco ciudades de Chiapas nos muestran el estado anímico y organizativo necesarios para afrontar este periodo histórico. Escuchémonos a nosotros, bien adentro, para identificar lo que nos falta.


domingo, 16 de diciembre de 2012

Los medios disputan el poder en Latinoamérica


Año 5. Edición número 236. Domingo 25 de noviembre de 2012
Brasil, Chile, Ecuador, México y Venezuela son ejemplos de cómo las corporaciones económicas buscan suplir la voluntad popular con la planilla del rating.
Con los grandes grupos de comunicación construidos en dictaduras y fortalecidos bajo el influjo neoliberal de los ’90, Latinoamérica vive un clima de confrontación con estos poderes fácticos. Brasil, Chile, Ecuador, México y Venezuela son ejemplos de cómo las corporaciones económicas buscan suplir la voluntad popular con la planilla del rating.
Allende los Andes. El derrocamiento de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, fue precedido por una intensa campaña de difamación que preparó la escena para la asonada militar del Gral. Augusto Pinochet. El diario El Mercurio, propiedad del empresario Agustín Edwards, entonces vicepresidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), probó cuán eficiente puede ser la prensa a la hora de conspirar contra un gobierno que amenace sus intereses y los de sus socios.
El premio a tal nefasto servicio se mide hoy en los “22 periódicos que pertenecen a Edwards, con el apoyo del grupo Matte, que proporciona el papel, pero además posee 14 estaciones de radio en las principales ciudades del país y una agencia de noticias”, señala el periodista transandino Ernesto Carmona. El otro importante diario de circulación nacional pertenece al banquero Álvaro Saieh, del Consorcio Periodístico de Chile S.A. (Copesa), quien además de poseer cadenas de supermercados, hoteles y bancos, es también propietario de los medios “La Tercera, La Cuarta, Qué Pasa, Paula, Pulso, La Hora, El Diario de Concepción, el Grupo Dial, las radioemisoras Duna 89.7, Paula FM 106.9, Carolina 98.3, Beethoven 96.5, Zero 97.7 y Radio Disney 104”, detalla Carmona y agrega otras cifras demostrativas de los cruces entre rubros bien disímiles con la función de informar: el 67% del Canal 13, de la Universidad Católica, pertenece al grupo Luksic, el más poderoso del país merced a su rama en la minería del cobre explotada con ventajas tributarias únicas de Chile. El grupo Bethia (Falabella) concretó en 2012 la adquisición de Megavisión Canal 9”. Por si fuera poco el control que sobre la información ejercen las ricas minorías chilenas, el desembarco extranjero encontró en el propio presidente Sebastián Piñera un facilitador de lujo. “Piñera”, cuenta Ernesto Carmona, “vendió su estación Chilevisión a Turner Broadcasting System, una compañía más del mega grupo AOL-Times Warner-CNN de Estados Unidos”.
La cobertura periodística de las multitudinarias protestas estudiantiles que ocuparon las calles de Santiago y las principales regiones chilenas desde principios del 2011, desnudaron el papel connivente de los órganos de prensa con la derecha gobernante. Fueron los mismos estudiantes quienes encararon a movileros y cronistas para reclamarles por priorizar la difusión de imágenes con disturbios al informar sobre las marchas.
Las 8 familias de Ecuador. Rafael Correa impulsa una Ley Orgánica de Comunicación, que está establecida por la Constitución de 2008 pero aún no se ha podido poner en vigencia. Cuando el mandatario ecuatoriano intentó ponerle límites a los bancos se encontró con una furiosa oposición lanzada desde la prensa, controlada por las mismas entidades financieras que a su vez son parte de una telaraña empresaria que atraviesa las principales actividades económicas del país. En un trabajo de la Comisión para la Auditoría de Frecuencias de Radio y Televisión del 2008-2009, quedó en evidencia que el control sobre los medios de comunicación en Ecuador estaba en manos de 8 familias: Vivanco, Eljuri, Pérez, Alvarado Roca, Mantilla, Egas, Martínez y Mantilla-Anderson. Entre ellas, los nexos filiales se confunden con los comerciales y así, como en una matrioska rusa, detrás de radios, canales de televisión de aire y cable, proveedores de servicios de internet, más los principales periódicos, aparecen compañías de turismo, agrícolas, firmas bancarias, industrias alimenticias, estudios jurídicos y shoppings. Vínculos que según sus dueños no afectan al periodismo pero los hechos demuestran lo contrario. La prueba está en cómo se informaron los hechos que convirtieron el intento de derrocamiento de Correa y su magnicidio, en el 2010, en una simple sublevación policial por reclamos gremiales. En el contexto de la campaña electoral por su reelección, el mandatario ha renovado la disputa por el cumplimiento de la norma que regule la propiedad de los medios de comunicación y esta vez cuenta con el respaldo de la consulta popular que la aprobó el 7 de mayo del 2011.
O ’Globo o mais grande. La Red Globo es hoy el mayor grupo de comunicación de Suramérica (posee 340 canales de comunicación en todo Brasil) y está entre los cinco más importantes del mundo; su origen y crecimiento se remonta a los tiempos de la dictadura militar. Globo mostró su capacidad de manipulación en plena democracia al moldear, sostener e implantar al neoliberal Collor de Melo como Jefe de Estado y luego participó abiertamente en su destitución.
Con Folha de Sao Paulo, Jornal do Brasil y Estado de Sao Paulo, las revistas Veja, Isto É y Época se reparten el mercado comunicacional y casi sin fisuras coinciden editorialmente a la hora de atacar tanto a Lula como a su sucesora Dilma Rousseff. Ejemplo claro de esa estrategia ha sido la amplificación, durante los comicios estaduales de octubre pasado, del bautizado por ellos “El juicio del siglo”, en el que se condenó a funcionarios de Da Silva por la causa del mensalãoo compra de votos en el parlamento. El intento por ligar al Partido de los Trabajadores (PT) con la corrupción y así minar las posibilidades de triunfo de sus candidatos, fracasó al alzarse el PT con gobernaciones y municipios clave como San Pablo.
Televisa en problemas. La mayor productora televisiva de habla hispana del mundo pasa por uno de los momentos más difíciles de su historia. Aquel que se remonta a los tiempos en que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) gobernaba México de manera absoluta e imbatible. Emilio Azcárraga Milmo, su fundador, se jactaba públicamente de ser un “soldado del PRI”. Pero la identificación partidaria no le impidió avanzar en la monopolización de la comunicación. Según Jenaro Villamil, autor de Si yo fuera presidente. El reality show de Peña Nieto, “en el sexenio de (Felipe) Calderón, Televisa termina como la cadena que tiene el 70% de la publicidad en televisión; más del 52% de la publicidad general de todos los medios; el 65% de las concesiones de tv abierta; el 55% de los abonados en TV de cable, y el 80% en TV de satélite”. Junto a TV Azteca controlan el espectro audiovisual e incluso comparten negocios de telefonía. Además de ser dueño del principal estadio y de dos equipos de fútbol (América y Necaxa), Televisa posee casinos y participa en la producción de medicamentos. Sin embargo, a pesar de que logró poner a otro presidente del PRI, Enrique Peña Nieto, la irrupción del movimiento juvenil #Yosoy 132 que surgió de las universidades privadas mexicanas, puso en jaque su posición dominante al ser cuestionada la injerencia que tuvo en la candidatura de Nieto y las maniobras para instalarlo en la opinión pública.
Chávez no se va. El caso venezolano siempre fue paradigmático, por la virulencia opositora de los grandes medios y la decisión de ir a fondo sobre los monopolios informativos de parte del gobierno bolivariano.
Modesto Emilio Guerrero, periodista venezolano y autor del libroMedios y Poder en Venezuela, asegura a Miradas al Sur que tras el golpe de Estado en abril del 2002 el mapa de medios se modificó en la nación caribeña. “Sobre todo desde 2006, por tres razones”, precisa, “la primera, salió del aire RCTV porque no le renovaron la Licencia. Segunda, surgieron más 500 medios comunitarios, algunos con raíz social y fuerza política local, y tercera, comenzó a conformarse un real sistema de medios públicos estatales de por lo menos 15 medios, con 5 televisoras estatales, 3 diarios y 7 redes de emisoras radiales. Lo nuevo, lo más dinámico son los comunitarios y algunos medios públicos. Ejemplos de ello, son Aporrea, que actualmente registra más de un millón 180 mil lecturas cada 30 días, y el diario Ciudad Ccs, que en menos de dos años pasó de 40.000 ejemplares a 140.000; hoy es el más leído de Caracas”.
Tal vez convencido de la imbatibilidad de Hugo Chávez, el Grupo Cisneros, que con Venevisión a la cabeza pasó de ser la principal trinchera antichavista a la mesura en la confrontación. Como si hubiera una tregua pactada con Miraflores. “Efectivamente”, afirma Guerrero, “Cisneros negoció en persona con Chávez un pacto de no agresión en 2004. Ejerce su derecho a hacer antichavismo, pero moderó sus formas groseras, ya no publican graph o declaraciones de señoras llamando a asesinar al Presidente, o pidiéndole a Dios que se lo lleve. Esa tarea la continuó Globovisión (del grupo Zuloaga), pero también ha debido cuidarse por las docenas de demandas y juicios reiterados de Comités de usuarios de TV y del Estado. El acuerdo con Cisneros fue favorable al gobierno. Cisneros corría el riesgo de perder jugosos negocios comerciales desde Estados Unidos.”.

Latifundios mediáticos


Año 5. Edición número 236. Domingo 25 de noviembre de 2012
El prestigioso analista internacional Ignacio Ramonet, director de la edición española de Le Monde Diplomatique, explica en esta entrevista por qué los grandes pool de medios regionales han decidido ponerle punto final a la continuidad política de los gobiernos progresistas latinoamericanos. Además, el escritor español advierte que internet está sepultando definitivamente la forma tradicional de hacer periodismo y que dicho fenómeno no tiene vuelta atrás.
Cómo se explica la actitud de manipulación y mentira de los monopolios mediáticos en América latina?, se pregunta el especialista español en ciencias de la comunicación Ignacio Ramonet, al referirse sobre el fenómeno de lo que muchos analistas han calificado como “la canalla mediática”. Su respuesta es contundente: los que él denomina “latifundios mediáticos” privados en Latinoamérica, porque concentran canales de televisión, estaciones de radio, periódicos y revistas, han declarado una guerra a muerte a los gobiernos progresistas de la región debido a que en su lucha por pagar la deuda social mediante un Estado redistributivo, pretenden desconcentrar el poder de la palabra impulsando una información pluralista que afecta sus intereses corporativos.
Lo paradójico, explica, es que por buscar ampliar la oferta informativa a través de fortalecimiento de canales públicos, los grandes dueños de los monopolios mediáticos que quieren seguir conservando su privilegio, no sólo distorsionan la realidad, sino que aducen que dichos gobiernos están atentando contra la libertad de prensa. Por el contrario, recalca Ramonet, de lo que se trata es de que haya más libertad de expresión mediante la pluralidad y diversidad de expresión.
Este destacado científico social, doctor en Semiología e Historia de la Cultura, con una amplia experiencia tanto periodística como docente, y uno de los analistas más agudos internacionalmente sobre el fenómeno de las comunicaciones, director actualmente de la edición en español de Le Monde Diplomatique, estuvo en Bogotá y Medellín cumpliendo una serie de compromisos académicos.
Al estar empeñados los gobiernos de países como Argentina, Bolivia, Ecuador, Brasil, Uruguay y Venezuela en democratizar el acceso a los medios de comunicación a través de una legislación que permita diversificar la oferta informativa, impulsando y fortaleciendo los canales de radio y televisión públicos y comunitarios, están tocando en forma directa los intereses de los dueños de los grandes medios de comunicación que por años han tenido posición dominante. Ello explica en buena medida, señala Ramonet, la guerra mediática descarada que han desatado los empresarios de los medios privados contra mandatarios progresistas como Cristina Fernández de Kirchner, Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales, para traer a colación los casos más recurrentes.
En la actualidad, explica “los medios de comunicación se utilizan como arma de combate y su propósito es el de defender sus intereses de casta. Ya no actúan como medios, sino como auténticos partidos políticos. Si antaño se exigía la reforma agraria porque la tierra era un elemento de poder, ahora se hace necesario una reforma a la concentración de los medios, los denominados latifundios mediáticos”, por cuanto que de “la calidad de la información depende la calidad de la democracia. No puede haber opinión pública si no hay medios de masas”, afirmó el científico social.
En ese sentido, Ramonet señaló al Grupo Clarín de estar detrás de la organización e impulso de la manifestación del pasado 8 de noviembre contra el gobierno de la presidenta Cristina Fernández. La impudicia llegó a tanto, agregó Ramonet, que la CNN en español, “en un caso de intromisión de una cadena internacional pocas veces visto en un debate nacional como el argentino, hacía llamados a la insurrección publicitando el 8N”. Y todo lo presentan como si fuera información, en una actitud caricatural de periodismo, recalcó.
Lo mismo ha ocurrido, dijo, con el gobierno de Rafael Correa en Ecuador, país en que los grandes medios han estado tradicionalmente en manos de banqueros corruptos que estafaron a millones de ciudadanos o de grupos económicos reducidos, los cuales han pretendido seguir ostentando la propiedad de los mismos. Como se resisten a perder el control de la información, han montado toda una matriz mediática para hacer aparecer al mandatario ecuatoriano como autócrata, contrario a la libertad de prensa y reacio a la crítica.
Afortunadamente, agregó, “poco a poco los ciudadanos van tomando conciencia y empiezan a mostrar gran desconfianza de la manipulación mediática. Temen encontrarse en un estado de inseguridad informativa”.
Además, Ramonet explica que en todas las reformas a los sistemas de medios en la región se adoptó la pauta norteamericana en el sentido de que los medios fueran manejados por el sector privado a través de concesión de espacios del espectro radioeléctrico que, como se sabe, es de propiedad de los Estados.
Por lo general, recuerda, las licencias para operar canales de televisión y las emisoras de radio fueron entregadas a familias prominentes del establecimiento o a determinados grupos empresariales por favoritismo político o por conveniencias económicas. Dichas licencias se otorgaban para que esos medios fueran explotados durante 15 ó 20 años. Lo que ocurre, dice Ramonet, es que los favorecidos se consideraron “dueños de los espacios por siempre jamás”.
Al tiempo que la canalla mediática en América latina defiende a rabiar sus intereses corporativos mediante estrategias de desprestigio contra los gobiernos progresistas, hasta tal punto que logró dar un golpe de Estado como el de Venezuela en abril de 2002 cuando fue derrocado por 48 horas el presidente Hugo Chávez, simultáneamente se ha convertido en partido político, explica Ramonet. En efecto, afirma, “ante el derrumbe de los partidos corruptos de derecha que ya no tienen apoyo popular, en varios países latinoamericanos, los grandes medios que están en manos del establecimiento, han asumido el rol de oposición y desestabilización política”, lo cual se observa no sólo en Venezuela, sino en Honduras y Paraguay, en donde contribuyeron a tumbar a los presidentes José Manuel Zelaya, en junio de 2009, y Fernando Lugo, en 2012, respectivamente, así como en Ecuador, cuando trataron de derribar del poder a Rafael Correa en septiembre de 2010, y actualmente en Argentina, en que el Grupo Clarín y el ultraconservador diario La Nación buscan torpedear por todos los flancos a la mandataria Fernández de Kirchner.
No obstante la guerra mediática contra los líderes de izquierda y progresistas de la región, Ramonet resalta que paulatinamente varios países latinoamericanos están implementando legislaciones que permitan la pluralidad de la información, lo que como es obvio, va a posibilitar diversidad de miradas y voces sobre la realidad.
En ese sentido, hace un comparativo con lo que ocurre en Europa, en donde los Estados desarrollan canales de comunicación pública, cuyo trabajo responsable y profesional han posicionado a emisoras como la BBC de Londres, RTVE de España, Deutsche Welle de Alemania, la RAI de Italia, Radio Francia, entre otras, al tiempo que el sector privado explota como negocio sus propios medios. No sería justo, afirma Ramonet, que el Estado sólo manejara la totalidad de los medios de comunicación, por el contrario, lo necesario y lo importante es la diversidad. “Hay que defender la pluralidad informativa, pero infortunadamente, en América latina se oponen los privados, porque tienen concentrado todo el pastel comunicacional y publicitario”. De allí, colige, es imperativo desarrollar los canales públicos y el sector comunitario, dándoles espacios radioeléctricos y brindándoles financiación.
Nuevas tecnologías y el impulso de medios alternativos. Como bien lo señala en su último libro La explosión del periodismo, Ramonet recalca que internet ha puesto en jaque a los medios tradicionales, pero al mismo tiempo está impulsando la generación de medios alternativos y comunitarios. “Las nuevas tecnologías han transformado la comunicación y han permitido el apoderamiento de la sociedad frente a los monopolios mediáticos”, hasta tal punto, agrega, que “nunca había sido tan fácil ser periodista como hoy”. Destaca experiencias comunicacionales como la radio La Colifata, de Argentina, que emite desde un sanatorio psiquiátrico y sobre la cual Ramonet tuvo conocimiento gracias a la información que le suministró el cantautor francés de origen español Manu Chau.
Las posibilidades que ofrecen no sólo la internet sino la computadora, el celular, el iPad, las cámaras digitales, para procesar información han producido la crisis de los medios tradicionales, sostiene el director de la versión española de Le Monde Diplomatique. Por ello, no duda en aseverar que “la democratización de la información es relativamente posible” gracias a estas tecnologías que han permitido la irrupción de medios alternativos, pero asimismo es evidente que “el modelo tradicional de los medios está en crisis, y eso que la revolución en internet apenas está empezando”.
Ramonet explica que esta crisis se refleja en tres aspectos: la mayor parte de los medios de prensa escrita están perdiendo dinero o están ganando menos o están en quiebra. Puso como ejemplo, el hecho de que en Estados Unidos más de 120 periódicos en los últimos años han cerrado y 35 mil periodistas han perdido su trabajo. O el caso de ´El País, de España, adquirido recientemente por el fondo financiero Liberty que acaba de despedir a 129 trabajadores. Es más, se atrevió a afirmar que “nadie puede asegurar que la CNN pueda llegar al final del próximo año”.
Frente a este panorama desolador dijo que la alternativa son los medios independientes que por sus innovadores esquemas funcionales están posibilitando hacer buen periodismo. Trajo a colación el caso de la web norteamericana de noticias on line Politico.com, especializada en noticias sobre la Casa Blanca y el Congreso de los Estados Unidos. “Su modelo económico se basa en la gratuidad, pero este diario on line a lanzado a principios de 2011 una web de pago: Político Pro con una suscripción anual que cuesta 1.49 dólares”.

Doscientos mil garimpeiros en Serra Pelada y la cámara de Sebastião Salgado



El escritor Miguel Briante contaba, mientras pasaba de un bolsillo al otro las monedas con las cuales llevaba la cuenta de los whiskies que tomaba “para que ningún otario que me crea en pedo quiera pasarme”, que en Francia existía una tienda por excelencia donde los artistas plásticos compraban sus pinturas. Allí, los vendedores –expertos, cancheros, sabedores de todas las trampas más una más– mostraban al interesado una carpeta para que eligieran qué comprar. Allí, en las páginas, se alineaban miles y miles de manchas de diversos colores y ninguna palabra. Cuando el pintor señalaba con el dedo el color elegido, el vendedor –adiestrado a la perfección– lo nombraba y, también, nombraba los colores situados en las cercanías del seleccionado: tres a la derecha, tres a la izquierda. Al escuchar los nombres, era regla general que el artista modificara el color a llevar. Allí, en ese preciso instante de la historia, Briante miraba a los ojos del que lo escuchaba y, de forma inexorable, pedía otra ronda de whisky mientras, sonriente, hurgaba en el bolsillo por otra moneda para espantar cualquier posible trapisonda de algún mozo avivado. Doce años después de la muerte de Briante, en 2007, el investigador francés Michel Pastoureau demuestra que esa tienda sigue en pie y en las preferencias de los artistas. Allí, escribe Pastoureau en su libroDiccionario de los colores, “el nombre pronunciado por el vendedor tiene un poder de evocación tan fuerte que cambia la percepción del cliente respecto de los diferentes tonos presentes en el muestrario”.
* * *
Pará es el segundo estado de Brasil en superficie. Tiene poco más de 550 kilómetros de costa abierta al Atlántico y, aunque sus primeros habitantes nunca lo supieron, ni jamás les hizo falta para vivir en paz, Francia entra dos veces en su territorio. Cuando llegaron los portugueses, en su voracidad peninsular de creerse descubridores, lo llamaron Feliz Lusitãnia, asombrados por su selva exuberante donde se perdían las tribus originarias, escapando de aquellos seres que hablaban un idioma tan extraño como su vestimenta. En 1616, a orillas de la bahía de Guajará, en el estuario que forman los ríos Tocantins y Pará, en el sitio conocido como Cidade das Mangueiras por la jungla de mango que la rodeaba, fundaron Forte do Presépio, lo que muchos años después sería, y continúa siendo, la ciudad de Belém. Pero antes, a principios del siglo XVI, las invasiones eran moneda corriente. Y las tribus escaparon, nuevamente selva adentro, de otros seres extraños de idioma y vestimenta. Holandeses e ingleses llegaban para ocupar territorios en busca de especias.
Allí robaron granos de pimienta y semillas de urucum, un fruto útil para cocinar, para teñir y para protegerse del sol brutal de esas tierras. Allí conocieron también el árbol de guaraná, y de él extrajeron semillas, y, de las semillas machacadas, un polvo estimulante que potenciaba, aún más, sus instintos bestiales.
Ya con dominio portugués, el siglo XVII llegó con dos dictados importados para los esclavizados de la región: la agricultura y la ganadería. A látigo y palazo, a vejación y garrote, fueron torcidos hacia la labranza y hacia la adoración de un dios que les exigía, entre innumerables y notables sacrificios, aplaudir la unión de dos capitanías, Maranhão y Grão Pará. Los esclavos no debían comprender para qué, no hacía falta. En 1774, con el mismo ímpetu que la creó, el poder deshizo esa integración latigueando y apaleando, vejando y garroteando, por las dudas, a las tribus. Cuando, en 1821, los portugueses peleaban su revolución constitucionalista en Europa, los esclavos de Pará se alzaron en consonancia contra el poder imperial. En nombre de la civilización fueron nuevamente reprimidos. Y fueron reprimidos cuando se negaban a seguir muriendo en la explotación del caucho a fines del siglo XIX. Y reprimidos otra vez a mediados del siglo XX cuando pedían alguna mejora, mínima, mientras caían destrozados por las condiciones inhumanas de las minas de hierro. Entonces, algunos miles de ellos, decidieron ser sus propios esclavizadores y mostrar sus íntimas bestialidades. Garimpeiros, se llamaron: buscadores a tiempo completo de oro y piedras preciosas sin importar cómo ni dónde. Garimpeiros: a todo o nada por una migaja de fortuna que sale de sus manos pero nunca llega a sus manos.
* * *
En 1944, un 8 de febrero, nació Sebastião Ribeiro Salgado en Aimorés, en el estado de Minas Gerais, en Brasil. A los 16, junto a sus padres, se mudó a Vitoria. Allí terminó la secundaria y arrancó la universidad. Siempre quiso ser economista. A los 23, se enamoró perdidamente de Lélia Deluiz Wanick, una morocha que miraba brillando y brillando se atrevía a mirar de frente aquello ante lo que buena parte de la sociedad le decía que debía bajar la vista. Casi de inmediato Sebastião supo que esa morocha sería la mujer con la que se casaría. Juntos siguieron sus estudios en Sao Paulo, juntos se mudaron a París y después, juntos, se fueron a Londres. Sebastião paró la olla con su trabajo de economista en la Organización Internacional del Café. Pero la morocha ya le había metido ese brillo en la mirada. Y, mirando, volvieron en 1973 a París, donde él abandonó la economía y abrazó la cámara fotográfica por la cual continuaría espiando el mundo. Trabajó freelance y para las agencias Gamma, Sygma, Magnum Photos. Viajó y viajó mirando. Su mirada estaba puesta en los desposeídos de todo el mundo. En las hambrunas y las miserias y los fantasmas y los sueños y las pesadillas de cada pobre. “Quisiera que cada persona que viera una de mis fotos fuera, luego de verla, una persona diferente”, le dijo a la mirada brillante de Lélia. Y, viajando, viajó a su origen.
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Buscando nuevas vetas a explotar, en 1976 un geólogo brasileño descubrió muestras de oro en una de las sierras de los Carajás, al sur del estado de Pará. El Departamento Nacional de Producción Mineral del Brasil, para donde trabajaba el investigador, decidió, en un principio, mantener la noticia en secreto. Pero, América latina al fin, pobreza más pobreza y dictadura tras dictadura, el rumor comenzó a filtrarse al año siguiente. Para octubre de 1977, la propietaria de los derechos de todo lo que hubiera en esas tierras, la Compañía Valle do Rio Doce, admitió la posible existencia de oro. 1979 arrancó con una certeza: en Serra Pelada se encontraba un yacimiento aurífero virgen. Los garimpeiros de todo Brasil buscaron, los ojos frenéticos, las manos sudorosas, la ubicación del paraíso en los mapas. Y empezaron a caminar, arrasando todo lo que se interpusiera entre cada uno de ellos y la fortuna. La escuela de la brutalidad, llevada al paroxismo, genera máquinas de destruir –precisas, desideologizadas, sordas y ciegas ante cualquier sentimiento– que repiten, una y mil veces, todo lo que sufrieron al ser destruidos.
A partir de 1980, 30.000 garimpeiros invadieron Serra Pelada, la mayor explotación de oro a cielo abierto en el mundo. Poco importó que a la brutalidad se sumara otra brutalidad (el 21 de mayo de 1980 el gobierno intervino la zona, poniéndola bajo el control de la Policía Militar que se dedicó, por supuesto, a reprimir): la cifra de garimpeiros se elevó a los 100.000 en poco menos de dos años. El gobierno brasileño, ante el descontrol, emitió un permiso de explotación público para 100 hectáreas de las 10.000 con que contaba la mina de la Valle do Rio Doce. El número de buscadores de oro se duplicó. Y así se produjo la cumbre de la extracción: 13,9 toneladas de oro durante el año 1983. Nadie hacía caso al detalle aportado por los balances de las principales mineras del mundo y que señalaban que se extraen cinco gramos de oro por cada tonelada de tierra y sedimento removido. Entre 1984 y 1986 la producción se mantuvo en 2,6 toneladas por año.
Poco importaba a cada garimpeiro todo aquello que tuvo que arrollar para llegar hasta Serra Pelada, hasta su posibilidad de fortuna. Poco importaban el engaño, la maldad, la muerte que dejaban a su paso. Las historias más excitantes se repetían cada minuto que quedaba libre entre el retumbar de los doscientos mil picos y palas que golpeaban la tierra para quitarle algo. Por ejemplo, la de aquel hombre que había pasado poco menos de veinte meses sin salir del yacimiento, golpeando y golpeando sin fortuna, padeciendo calor y hambre y sueño y trompadas sin ningún resultado hasta que encontró “su” piedra de 8 kilos de oro. La vendió a uno de los tantos capitalistas que revoloteaban al pie del yacimiento. Con el dineral, tomó la primera avioneta para Belén, donde compró camas mullidas, alcohol, confort, mujeres, mundo.
Pero también se repiten los silencios de esas historias. Se repite, por ejemplo, el silencio sobre el mismo hombre de la piedra de 8 kilos que volvió a Serra Pelada a los 20 días, tan pobre como siempre.
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En 1986, los picos de 200.000 garimpeiros y la cámara de Sebastião Salgado se encontraron en Serra Pelada. La elevación que era la sierra se iba transformando, día a día, en un enorme agujero que mostraba las huellas atroces de la extracción. Faltaban allí cientos de kilos de oro, miles de toneladas de tierra y muchas, muchísimas vidas que quedaban en las caídas, en los derrumbes, en las peleas, en las fiebres, en el hambre, en la miseria. Detrás de cada espalda calcinada por un sol implacable y cortada por los raspones de la piedra, había una empresa transnacional que esperaba el negocio. De todos modos, embrutecidos por la historia del despojo, esclavos de miles de amos y de sí mismos, sedientos de una sed que nunca se logra calmar, los miles de garimpeiros seguían subiendo y bajando de la piedra a la piedra en busca de algo a lo que llamar “mío” por un segundo. Así los vio la mirada de Salgado, una mirada que nunca se dejaba acostumbrar, que no permitía no asombrarse, que no pensaba abandonar su profesión de dar testimonio.
En 1990, cuatro años después del encuentro entre los garimpeiros y Salgado, la producción de oro era de menos de 250 kilos anuales. En 1991, ya no quedaba nada. Actualmente, Serra Pelada tiene en el centro un enorme pozo –donde excavaron 200.000 garimpeiros en busca de una libertad imposible– inundado por un lago formado por años y años y años de lluvias.
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“Los dueños de las cosas permiten señalar aquello que los desposeídos desean. Después les dicen el nombre, para que nunca puedan tenerlas”, decía Briante sin dejar de sonreír, luego de pedir otra ronda de whisky y hurgar en el bolsillo en busca de la moneda.

Álvarez Bravo o cómo explicar la revolución a un chico de 10 años


Manuel Álvarez Bravo, Sed pública, México, 1935.
Manuel Álvarez Bravo camina por la calle de tierra detrás de ese chico de, ¿cuánto, 9, 10 años?, y se pregunta cómo explicarle la revolución. Cómo explicarle, piensa, el largo letargo de tres décadas y media protagonizado por Porfirio Díaz desde 1876, las siete reelecciones sin posibilidad de voto, el 40 por ciento de las tierras mexicanas en manos de 480 hacendados, la ignorancia. Cómo explicarle, piensa mientras camina detrás de ese chico, la miseria de millones de campesinos; el capitalismo controlando los ferrocarriles, las minas, el petróleo, las ganas, la tristeza, los derechos sociales, la vida. Cómo explicarle a ese chico que no le pertenece ni siquiera el polvo que levantan sus pies descalzos por la calle de tierra. Piensa, Manuel Álvarez Bravo, la Rolleiflex colgando de su cuello, el calor empapando su camisa, en 1910: la excarcelación de Francisco Madero, el candidato opositor a la tiranía de Díaz. Piensa en el llamado a la rebelión, en el sur que escucha a Emiliano Zapata y el norte que sigue a Pancho Villa. Piensa que ese chico de 9 o 10 años no puede saber que hace 24 el tirano renunció y se fue a la casa matriz europea, que la Constitución de 1857 volvió a brillar y con ella brilló el voto popular. Piensa que ese chico está muy lejos de entender que popular no fue pueblo, que los esfuerzos para distribuir la tierra entre los trabajadores quedaron en esfuerzos. Piensa que ese chico debe seguir mirando los ojos de fuego de Villa y de Zapata en esas fotos que sus padres colgaron como en un altar. Piensa que es muy difícil de explicarle a ese chico de 9 o 10 años que hubo jornada laboral de 8 horas y que hubo indemnización por accidentes de trabajo y que hubo libertad de creencias y que hubo reforma agraria y nacionalización del petróleo. Y que todo eso que no se puede explicar duró nada, porque los asesinatos siguieron, porque los gobiernos cambiaron de mano, porque los poderosos se disfrazaron para pasar desapercibidos y porque las calles de tierra –tierra caliente, pedregosa, eternamente ajena– siguen quemando los pies descalzos como los suyos.
Manuel Álvarez Bravo, la Rolleiflex colgando de su cuello, camina por la calle de tierra detrás de ese chico de 9 o 10 años y se sigue preguntando cómo explicarle la revolución en la que alguna vez creyó y que no fue.
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Cuando Manuel nació, el 4 de febrero de 1902, su padre –Manuel Álvarez García– trabajaba como profesor de secundaria en la ciudad de México y despuntaba el vicio de la fotografía. De la mano de su padre aprendió que la muerte podía ser retratada en las batallas callejeras que interrumpían las clases y los rezos de las escuelas católicas en las que estudiaba y de las que era puntualmente expulsado por sus actitudes irreverentes. No hizo falta mucho para que unos años después abandonara el colegio y se pusiera a trabajar: era moneda corriente en el México de 1915 que le peleaba al hambre para sacudírsela de encima. De Manuel a Manuel pasó la cámara en préstamo. Y de padre a hijo pasó el cuarto oscuro de la casa paterna para que Manuel, con 13 años, diera vida a sus primeros daguerrotipos mientras trabajaba de cadete en el Departamento del Tesoro mexicano. Ese mismo cuarto oscuro donde su padre había pegado un pedazo de papel blanco arriba de la luz roja con una verdad de letras garabateadas: “Hay tiempo”. Pensó un segundo apenas en estudiar contaduría, pero declinó de inmediato y, por las noches, comenzó a estudiar música y literatura en la Academia de San Carlos.
México, en 1920, tenía la verdad en la mano. Y Manuel Álvarez Bravo era un joven mexicano de 18 dispuesto a comerse el mundo. La burguesía, pensaba Manuel y muchos Manueles más, se derrumbaba. México de 1920 era un espectáculo recién estrenado donde el mundo miraba cómo se destronaba lo autoritario. La Primera Guerra Mundial había terminado y la Revolución Rusa había sacudido todos los cimientos. Pero México nacía de la mano de los pobres, de aquellos que ponían en marcha su propia fórmula. Y Manuel creía en la unión, por fin, de arte y política. Allí estaban los grandes maestros: Hugo Brehme (con su estudio en la avenida Cinco de Mayo Nº 27, donde asistía cotidianamente) y Edward Weston. Allí está su primer paso por el pictorialismo y su profunda negativa posterior, cuando descubre que eso que hace es "nada más que una imitación de la pintura" y quema todo su trabajo. Y allí están José Clemente Orozco, Diego Rivera, Frida Kahlo. El estallido de la estética modernista de la mano de Albert Renger-Patzsch con su simplificación y sus imágenes limpias de todo ornamento. En los ojos de Dolores Martínez de Anda, Lola, descubre el amor. Y enamorado compra su primera cámara.
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Cuando el fotógrafo norteamericano Edward Weston expuso el 12 de abril de 1924 una serie de fotografías con tema industrial en el Café de Nadie, Manuel comprendió que algo había comenzado. Estuvo esa noche de la Velada Estridentista, junto a las decenas de artistas experimentales que veían en México el lugar donde todo nacía. Esa misma noche, Manuel conoció también a la italiana Tina Modotti, que había llegado dos años atrás y colaboraba en el periódico El Machete, órgano del Partido Comunista.
Son de la partida, eternos, gritones, un paso adelante de todo, Diego Rivera y Pablo O’Higgins. La idea es mostrar las raíces mexicanas dejando atrás todos los límites del documentalismo. Van por las calles de la ciudad abarrotándose de imágenes y dejando las suyas propias. Forman el paisaje siendo paisaje, fundan la tradición siendo la tradición. Manuel, que quemó todo, lo fotografía todo. Con la urgencia de quienes saben que todo puede terminar de un momento a otro, México pasa por su cámara. Los que ven su material, lo asemejan al trabajo de Weston. Todos, menos un francés que, de visita en México, mira y sabe mirar: "No los comparen, es inútil. Manuel es el verdadero", dice Henri Cartier-Bresson.
Más allá de esa urgencia, Manuel no abandona la certeza que su padre había colgado arriba de la luz roja del cuarto oscuro de su casa: "Hay tiempo". Sólo que ese tiempo se le transforma en "otro tiempo". Ya no se trata de tener paciencia sino de afirmar lo absoluto. Sabe que quienes pretendan detener algo con una cámara se equivocarán por completo. Caminando, recorriéndolo todo, se va transformando en la presencia de lo que es con tanta fuerza presente como futura. Deja de lado la luz como instrumento y la suplanta por el tiempo. Es el que muestra la otredad de una manera profunda, con todas sus altisonancias, libre. Pero esa libertad le duele.
Le duele cuando hace foco en la mexicanidad. Le duele cuando retrata un colchón enrollado haciendo frente a las naturalezas muertas de Weston y Modotti. Le duele cuando encuadra perfecto a un campesino (la ropa blanca de los campesinos, los pies rugosos de los campesinos, el sombrero ancho de los campesinos, la bolsa de palma de los campesinos colgando de su hombro) que no lo mira y apoya su espalda contra la pared. Le duele ese hombre que parece decirle "usted puede sacar todas las fotos que quiera, don, a nadie le importa". Le duelen algunas muertes de sus compañeros. Le duele la totalmente falsa acusación gubernamental contra Tina Modotti por el intento de asesinato del presidente. Le duele la cárcel de su amiga y de sus muchos amigos. Le duele la expulsión de Tina del país. Le duele esa cámara que Modotti le deja como símbolo de algo que está por terminar cuando él sigue creyendo que hay tiempo. Le duele seguir trabajando solo. Le duele captar cómo la tierra –caliente, pedregosa, eternamente ajena– absorbe la sangre de un obrero huelguista asesinado. Le duele, pero no baja su cámara.
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Camina detrás de ese chico de 9 o 10 años y es 1935. No puede explicarle a ningún chico qué es la revolución porque ni él mismo sabe muy bien qué es. Camina y el polvo que levantan los pies descalzos del chico de 9 o 10 años que sigue le trae el recuerdo de lo mucho caminado. No le importa saber hacía dónde va ese chico. Sólo sabe que va. Y eso le basta. Es un chico vestido como un campesino mayor, el mismo blanco de los campesinos sin tierra. Se dice a sí mismo: "El arte siempre me interesó. Viví con la ilusión de que la fotografía fuera el medio de expresión artística más simple. Después de muchos caminos, sé que finalmente encontré mi camino". No dice que se lo señalan los pies descalzos de ese chico de 9 o 10 años, vestido de blanco como los campesinos. No dice que se lo señala esa tierra caliente, pedregosa, eternamente ajena que quema los pies del chico de 9 o 10 años que sigue. Ve al chico que se detiene frente a la fuente destrozada de una calle y se encarama a ella para tomar el agua que de allí corre de nuevo hacia la tierra. Ve la pared de adobe desconchado, ve la luz recortando la imagen, ve el pie descalzo aferrándose a la nada que proporciona la fuente rota. Y sabe, Manuel, que nunca podrá explicarle qué es la revolución.

El ojo de Sara Facio en la soledad del Moyano


Sara Facio, Hospital Braulio Moyano, 1966.
Crónica.
La primera mitad de los ’60 recién acaba de quedar atrás y la locura tiene, todavía, pocas palabras. Hace apenas dos años que la filosofía, por boca de Michel Foucault –y allá en esa Francia donde parece que todo debe ocurrir–, se había animado a afirmar algo sobre el tema: “Si la locura arrastra a los hombres a una ceguera que los pierde, el loco, al contrario, recuerda a cada uno su verdad”.
En Buenos Aires, mientras tanto, la locura se queda con el poder cuando las Fuerzas Armadas (con Juan Carlos Onganía, un admirador de Francisco Franco, a la cabeza) derrocan al presidente constitucional Arturo Illia y siembran de golpes las facultades como si sólo allí estuvieran las causas de su lenta pero inevitable derrota. Pero en Buenos Aires, recién pasada la primera mitad de los ’60, eso se llama gobierno. Y la locura, con sus escasísimas palabras, queda confinada a los hospitales donde lo que no es silencio es alarido.
Hasta allí llega Sara Facio una tarde fría de 1966.
Algunos amigos la habían convencido para que mostrara con su cámara el estado lamentable de los institutos mentales donde se apiñaban cientos de hombres y mujeres en condiciones absurdas. Y ella sabía, con sus 34 años, que debía mostrar la realidad y el momento y esa verdad que Foucault había señalado dos años atrás.
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Una mujer sin edad pero con un largo pasado limpia algo que ya nunca más le servirá de nada aunque ella no lo sepa ni lo quiera saber. La historia no la tiene en cuenta. Ni siquiera el presente: los diarios que ayer fueron urgencia, se despaginan hechos un bollo a su lado, detrás de un balde con agua en el cual ella ni siquiera intenta reflejarse.
Otra mujer sin edad, en el medio, hace un ovillo con sus piernas para protegerse de todo lo que está fuera de esa película en la cual desfila su vida. La boca contra la rodilla desnuda muestra un beso (un mínimo contacto de labio y piel) que ocurrió hace siglos y no quiere olvidar.
A su lado, otra mujer se atarea en tratar de comprender lo que ocurre en la vida de las demás. Poco y nada sabe de las tiras adheridas a sus zapatos que esconden un nombre que no es nadie, que no es nada.
Las tres se refugian en sí mismas. Cada una sabe, les hicieron creer cotidianamente que eso y ninguna otra cosa es lo que saben, que sus cuerpos es lo único que tienen a mano. Y con ellos se protegen, brazos cruzados, piernas apretadas, puños alertas, tensiones.
La humedad, las humedades, mejor dicho, son un personaje más que oscurece ese gris que es la pared que ni siquiera les sirve de respaldo, ese gris que es cada abrigo rotoso, ese gris que es el piso, el balde, la vida. El mundo entero es gris para ellas, quizás por eso no lo miran.
* * *
Sara Facio se apoya en su amiga Alicia D’Amico para fotografiar el gris que ve. Alicia se apoya en ella y fotografía. Las dos saben que en ese 1966 ya no se pueden hacer muchas fotos. Saben que en el puerto y en la costanera estaba prohibido pasearse con una cámara fotográfica porque era zona militar. Y que en las calles y en las plazas no había cartel que lo anunciara, pero que ocurría algo semejante. La desnudez –aquello que excedía el gris– era impensada, considerada un insulto por la autoridad. La locura era la peor forma del desnudo, pero el poder militar no se les animaba a los hospicios donde se encierra la locura. Allí adentro, el gris parece gobernarse solo. Y en ese gris se internan las dos, apoyándose una en la otra para no desmayarse, como si se escondieran detrás de las cámara. Para Sara, el manicomio era una palabra, algo muy lejano a su día a día, eso que nunca había puesto en imágenes. Y al entrar en ese universo gris conoció el horror.
Dos días camina Sara por el gris. Dos días en los cuales la cámara pesa tanto como los pasos.
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Al disparar y retener para siempre la imagen de las tres mujeres, Sara sabe que nadie querrá publicar esa foto. Sin embargo, camina, ofrece, pide. En 1970, cuatro años después de varios “no”, Sara viaja a París con las fotos. Se las lleva a Julio Cortázar, que anda por la vida dándoles colores a las cosas. El autor de Bestiario mira las fotos y comprende que debe declinar ante el pedido de prologar un futuro libro. Hay una sola persona que puede ponerle palabras a ese gris, le dice a Sara: Samuel Beckett. Y se ofrece como mensajero para llevarle el material.
Dos días después, el secretario particular de Beckett recibe el sobre y observa a las tres mujeres. Recuerda, casi de inmediato, una escena ocurrida hace 32 años, una escena que no presenció, pero que conoce de memoria, escuchada una y mil veces por boca del irlandés. El 7 de enero de 1938, Beckett caminaba por una oscura calle de Orleans cuando un mendigo que parecía descansar en las escaleras de una iglesia saltó sobre él y lo atacó con un puñal. Pasó dos meses en un hospital francés hasta que se recuperó de las heridas. Al salir, lo primero que hizo fue ir hasta la cárcel donde estaba detenido su agresor. “¿Por qué?”, quiso saber el autor. “No tengo la menor idea”, fue la respuesta del mendigo.
Desde entonces, su narrativa había cambiado: Beckett sabía al fin de lo absurdo de la existencia. Y pasaba largas horas con la vista clavada en la pared blanca de su estudio antes de sentarse a la máquina y comenzar a escribir.
Julio Cortázar supo que Beckett no podría escribirlo y se guardó las fotos. Las guardó hasta que se encontró de nuevo con Sara.
–Julio, devolveme la caja de fotos, no tiene sentido que las tengas vos –dijo Sara.
–¿Qué pensás hacer con ellas? –quiso saber Cortázar.
–Nada. Vos sabés que es carísimo imprimir un libro así, perdería toda la plata, no se va a recuperar nada.
–Si lo hacés, el prólogo te lo escribo yo y no te cobro ni un centavo.
Y Cortázar, con la foto de las tres mujeres sobre su escritorio, de la cual no puede desprender la mirada ni un minuto, prende un nuevo Gitane y escribe, mientras espera que Sara Facio dé el esperado sí: “Nada sé de la locura que muestran las imágenes de este libro; sólo puedo asomarme esperanzadamente a las nuevas corrientes psiquiátricas que refutan una división demasiado cómoda entre cuerdos y locos, y sostienen que muchos de los seres que pueblan infiernos como el que aquí se desnuda podrían estar de nuestro lado si nuestro lado no mantuviera con tan persistente eficacia los diversos ghettos que protegen la ciudad del hombre normal”.
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Diez años pasan desde la tarde fría en que las tres mujeres se refugian en sí mismas contra el murallón gris que no las sostiene. Diez años pasan desde que Sara Facio y Alicia D’Amico se sostienen una a otra para no caer ante el horror y poder dar cuenta de él.
Seis años pasan desde aquella noche en que Cortázar supo que Beckett no podría escribir sobre la foto y él la apoyó sobre su escritorio y tecleó “nada sé....”. Seis años desde ese momento en que comenzó a esperar el sí para su texto.
Es 1976, otra locura tomó forma en la Argentina (una locura que se hizo con el poder y admira también a Franco y a Pinochet) y Sara define un libro que seguramente no pasará los controles de la censura militar. A Cortázar no le importa: a él no le interesan las autorizaciones de uniforme. Y escribe: “La única suerte que tienen ciertos coleccionistas maniáticos, ciertos multimillonarios que pagan guerras y genocidios para multiplicar un fortuna que ya no les sirve para nada a fuerza de inmensa, ciertos Pinochets y ciertos Francos, es que no se babean; este pequeño detalle húmedo es la sola razón por la cual no han sido encerrados y además fotografiados por Sara y Alicia”.
Piensa en su país, sembrado de militares, y escribe: “La gente astuta hará notar que la diferencia esencial entre locura y cordura no está ni con mucho en las manifestaciones exteriores, sino en el hecho de que el loco es un hombre que está solo, que no tiene relación con nuestro tablero de dirección así como nosotros no lo tenemos con el suyo”.
Desde esa soledad las tres mujeres no miran a Sara. Cada una de ellas, cada una desde su soledad, se mira a sí misma en otro momento y en otro lugar. Sara está también en su propia soledad, se suelta apenas del apoyo de Alicia y se aferra a su máquina como a una denuncia. Entonces, con toda la soledad a cuestas, enfoca el gris.

El Tribunal del Mar liberó la Fragata


Año 5. Edición número 239. Domingo 16 de diciembre 2012
Los fondos buitres sufrieron un nuevo revés en su estrategia de entorpecer el camino de de autonomía financiera y económica encarada por Argentina desde 2003. El tribunal Internacional del Mar falló por unanimidad a favor del reclamo argentino y ordenó la liberación de la Fragata Libertad, que se encuentra retenida desde el 2 de enero en Ghana a partir de un reclamo del fondo MNL Capital a la Justicia de ese país. Para fundamentar su decisión, el presidente del Tribunal, Shunji Yanai, sostuvo que “el buque es una expansión de la soberanía que tiene un país”. El magistrado fue categórico con la actitud adoptada por el gobierno del país africano al señalar que “los intentos de abordaje de las autoridades ghanesas sin autorización muestra la gravedad de los hechos”. De acuerdo a lo determinado por el tribunal, dependiente de Naciones Unidas, el 22 de diciembre vence el plazo para que la embarcación argentina abandone el puerto ghanés de Tema.
La decisión fue celebrada por los distintos ámbitos del Estado Nacional que intervinieron en el proceso de recuperación de la Fragata. “¡Buitres no pasarán! Ni con la fragata ni con la deuda”, expresó exultante el ministro de Economía, Hernán Lorenzino, a través de su cuenta en Twitter. Agregó que “Argentina va a seguir defendiéndose de los piratas financieros” y expresó sus “Felicitaciones Equipo AntiBuitre de Cancillería”.
Uno de los argumentos más contundentes que presentó la posición argentina en las audiencias del 29 y 30 de noviembre y que fueron tomados en cuenta por el tribunal, tuvo que ver con que al ser la Fragata Libertad un buque de guerra, la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar marca que es “inembargable”. Precisamente, la jefa de la representación argentina ante el Tribunal del Mar, Susana Ruiz Cerutti, destacó que el fallo que ordenó la liberación de la Fragata Libertad “es una lección para los fondos buitre”. Para la diplomática, fue muy valioso que la decisión fuera tomada por unanimidad, que no se haya dictado una caución y que alcanzara al capitán que fue denunciado por NML Capital por “desacato”.
La estrategia de la diplomacia argentina se basó en desdoblar las acciones entre Hamburgo –sede del Tribunal Internacional del Mar– y Ghana. Ruiz Cerruti y su equipo fueron quienes trabajaron en la ciudad alemana, en tanto que la embajadora argentina, Susana Pataro, se trasladó a Ghana, ya que en ese país no hay sede diplomática argentina. Pataro tendrá ahora la misión de agilizar los trámites para el regreso del buque, que podría demorarse hasta dos meses. La diplomacia argentina confiaba en un fallo favorable y por eso la Armada ya había alertado a un grupo de 40 marinos para que viajaran en los próximos días hacia el puerto de Tema.
Celebración de todo el arco político. El fallo del tribunal internacional generó el reconocimiento de todas las fuerzas políticas. El jefe de la bancada de diputados del Frente para la Victoria, Agustín Rossi, valoró que con esta determinación “se le haya dado la espalda a este tipo de mecanismo de los fondos buitre”. Reconoció que “la Argentina ha hecho un enorme esfuerzo para salir del default y todo ese esfuerzo a veces se veía distorsionado o debilitado”.
Desde la oposición también hubo voces de reconocimiento a la labor diplomática argentina: “Leí el fallo y de él surgen dos cosas, que lo que define la resolución es la profesionalidad de las presentaciones de la Cancillería argentina y la actitud de los marinos cuando resistieron el intento de Ghana de mover el buque y subirse. Estos dos hechos dispusieron al tribunal para liberar la fragata”, sostuvo el diputado macrista Federico Pinedo. “Bienvenida querida Fragata”, celebró vía Twitter el diputado del peronismo disidente Eduardo Amadeo. En tanto que su colega Gustavo Ferrari definió el fallo como “una justa recomposición de algo que nunca debió suceder”.

Una matria argentina


Año 5. Edición número 231. Domingo 21 de octubre de 2012
La Clarita Aurelli cumplió los 80 el pasado 14 y volverá a cumplirlos mañana, 22 de octubre. Es una gran matria argentina, vieja mama de muchos hijos propios y ajenos, oriunda de Ascochinga, Córdoba, donde nació allá por 1932, en pleno brote de poliomielitis, enfermedad que le cobró su nacimiento dejándole de por vida una pierna más corta que la otra. Ahora, ¿por qué cumple dos veces la Clarita? Como muchos en esa época, la primera fecha es la del nacimiento; la segunda, cuando sus padres, don Enrique y doña Asunta, inmigrantes italianos, fueron hasta el pueblo a anotarla. 14 y 22: el domingo pasado y mañana.
La Clara quiso ser maestra pero los prejuicios en ese tiempo impedían al frente del aula a una persona con “discapacidad”. Desde joven nomás le dieron motivos para templarse. Y desde joven nomás también conoció el amor, a los 19, en la academia Pitman de Córdoba capital (donde los Aurelli se habían mudado para poder atender la enfermedad de Clara). Y el amor fue Héctor, un chofer de colectivos, caballero y piropeador. Tuvieron 6 hijos: Azucena, Héctor, Beatriz, Domingo, Liliana y Julio. El amor del piropeador duró quince años. Después abandonó a la familia, y la Clara siguió adelante sola con los chicos.
La Clarita se crió en una casa de obreros peronistas. Su papá, Enrique, trabajó hasta el día de su muerte en la cementera Corcemar de Barrio Jardín, el mismo barrio que la familia habita hasta el día de hoy.
Allá por 1969, la Clara se volvió a enamorar, esta vez de Carlos, el chofer del camión que había dejado Enrique al morir. Con él tuvo su séptimo hijo, al que en homenaje al Nono recién muerto llamaron como él.
Desde el Cordobazo, en la casa de los Aurelli las cosas se empezaron a mover. Héctor (al que le decían Biqui), el mayor de los varones, empezó a militar en una organización libre del pueblo. En la militancia conoció a Liliana Rinaldi, la Flaca, con la que formó pareja y siguió amando hasta el día de su asesinato, en las supuestas fugas de la UP1 San Martín de la provincia de Córdoba. El Biqui y la Flacacayeron presos unos meses antes del golpe de 1976, en las jornadas de entrenamiento que llevó a cabo el Ejército en el interior.
La Clara empezó su militancia buscando a su hijo Héctor y a Liliana en cuanto rincón pudo visitar: cuarteles, comisarías, hospitales, y una larga lista de etcéteras.l
A los pocos días sufrió la visita de un grupo de militares que dieron vuelta su casa buscando información y armas. Allí nació la fuerza de la hembra, de la matria, de la resistente.
La Clarita no volvió a ver a su hijo y pareja hasta unos meses después, cuando fueron pasados a disposición del PEN, “blanqueados”, como se decía entonces.
A partir de la detención de Liliana y Héctor, la Clarita dejó de ser una simple ama de casa que ganaba el morfi diario cuidando chicos, cocinando, lavando y planchando para afuera.
Alguien dijo que los luchadores son la consecuencia de dos acciones de otros humanos: el dolor y la educación. La Clara fue producto de ambas en distintas etapas de su vida. El dolor de la pérdida de su nuera, Liliana, y los casi 13 años de cárcel de Héctor, uno de los pocos presos políticos con los que se negoció desde la democracia naciente alfonsinista la promulgación de las horrorosas punto final y obediencia debida. El Biqui recuperó su libertad el 19 de febrero de 1988.
La Clara se cargó al hombro los miedos y el amor de muchos. Recorrió casa por casa buscando a las madres, a los hermanos, a los primos de los luchadores desaparecidos, presos exiliados. Y se encontró con otros corazones como ella: solidarios, hermanos. Así recorrió todo el norte del país juntando matrias, organizándolas. En Buenos Aires encontró mujeres y hombres que estaban en la misma, buscando a sus hijas e hijos, coordinando la ayuda de los que desde otras posiciones podían asistir a una familia que viviera en el interior profundo y necesitara un plato de comida para estar fuerte y resistir el viaje a ver a sus presos a Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires, Trelew.
Así fue que se encontró con una pareja de militantes en la Liga por los Derechos Humanos en Buenos Aires, Lilian y Lucas Orfano. Con ellos, entre otros tantos valiosos seres humanos, decidieron darle forma a un nuevo organismo que concentrara la lucha desde los afectados directamente por la dictadura: Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas.
La Clara pasaba mucho tiempo en distintas partes del país organizando a las mujeres y hombres, uniendo realidades diversas y ayudando a solucionar problemas que condujeran a la búsqueda de los familiares o asistencia de sus hijos o esposos presos.
La vida la encontró con infinidad de luchadores muy visibles, de la cultura, de la política; a través de ellos logró sacar a la luz los vejámenes que sufrían los presos en las distintas cárceles durante la dictadura y parte de la democracia. También coordinó importantes festivales culturales contra las violaciones cotidianas. Viajó a Brasil llevando las denuncias que lograban salir escondidas en caramelos, pequeñas cápsulas de papel de armar cigarrillos y celofán, cartas de letras minúsculas que contenían declaraciones espantosas de las torturas. Estas fueron hechos públicos por otra organización llamada Clamor. Coordinaron infinidad de acciones de denuncia y solidaridad para con la Argentina y Sudamérica, en todo el mundo. Participó en la creación de Fedefam (Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos-Desaparecidos de Latinoamérica), y del nacimiento del Taller Julio Cortázar. Ese taller fue el embrión de donde nació la organización H.I.J.O.S.
La Clarita es hoy tatarabuela de 3 chicos, bisabuela de más de 30, abuela de más de de tres decenas de nietos, madre de 7 hijos biológicos y de cientos de hijas/os ex presas y presos políticos, hoy dispersos por todo el mundo. Cuando se le pregunta a alguno de ellos por la Clara no hay más que recuerdos de solidaridad para con ellos o sus familiares y palabras de amor hacia ella.
La Clarita participó activamente en su lucha por los derechos humanos hasta 1995, el año que por esas cuestiones gorilas de la vida, un ACV afectó su lado sano del cuerpo, dejándola en silla de ruedas desde entonces y dificultándole el habla. Pero nada ni nadie le impidió ser parte del recupero histórico del ex centro clandestino de detención La Perla ni tampoco de participar en los juicios que se desarrollan en Córdoba. Es así que hasta el día de hoy, sigue encabezando cada marcha del 24, cada acto por los derechos humanos. Sólo basta que algún nieto, hijo o compañero militante se acuerde de pasar a buscarla.
La Clarita nunca pensó vivir un gobierno como éste. No creía en la posibilidad de que la lucha de tantos hombres y mujeres fuera levantada como bandera desde el poder y construida realidad política efectiva. Sabe que falta mucho, pero esta contenta porque observa que su lucha no fue en vano.
La Clarita pertenece a la camada de matrias fundadoras de la Argentina, como Flora Tristán, Manuela Sáenz, Encarnación Ezcurra, Juana Azurduy, Eva Duarte. Estas palabras son para homenajearla y en ella a todas las Madres y Abuelas, símbolo de lucha, de resistencia, de compromiso, de amor.

La cuestión nacional en tiempos del 7/D


Año 5. Edición número 237. Domingo 2 de diciembre 2012
Por mucho menos que esta furia mediática opositora desatada contra el Gobierno y mucho menos que este asedio a nuestra soberanía ejecutado por los fondos buitre, cualquier otro gobierno ya hubiese tirado la toalla en señal de abandono y rendición. Pero este gobierno pelea como Maravilla Martínez, hasta con una mano astillada.
La energía negativa acumulada y desatada contra Cristina Fernández de Kirchner durante el mes de noviembre por parte de distintas y poderosas corporaciones, concentró como pocas veces en la historia un poder de fuego tan voluminoso.
Se viene de afrontar duras batallas políticas contra el proyecto de país inclusivo iniciado por Néstor Kirchner en el 2003. Y, con distintas variantes, todas fueron batallas victoriosas para el proyecto nacional, popular y democrático.
Con el solo fin de enunciarlas brevemente para el debe y el haber de la memoria colectiva, anotamos: el acoso de Bush y el imperio en favor del Alca. El acoso del FMI por la deuda externa. El acoso permanente de los grandes medios de comunicación. El conflicto con la patronal rural por la 125.
Y la lista sigue.
Pero nunca como ahora tronaron tan poderosamente y en un mismo lapso, todos los cañones del odio y el desánimo.
Allí está el levantamiento de gendarmes y prefectos. Allí están los cacerolazos del 13 de setiembre y del 8 de noviembre. Allí está el paro sindical, cortes de rutas y caminos mediante, del 20 de noviembre. Allí está el Grupo Clarín denunciando penalmente a periodistas, funcionarios y legisladores. Allí está el fallo del juez Griesa. Allí está la Fragata Libertad amarrada ilegalmente en el puerto de Ghana. Allí están los opositores cumpliendo dócilmente con la agenda que le dicta la tapa de Clarín. Allí está el documento de la jerarquía eclesiástica a manera de dogma opositor.
Imaginemos por un instante que observamos todas estas maniobras desde un mirador panorámico.
Llegaríamos a la conclusión de que todas fueron partes de un mismo dispositivo estratégico que las abarcaba y que mientras el comando de esa estrategia ordenaba poner rodilla en tierra a los opositores y les corregía la mira contra el Gobierno Nacional, en el apuro fueron tan lejos que tuvieron que recular algunos metros en su posición.
No tanto, para no desvirtuar sus fines. Apenas unos metros.
Esta vez apuntaron directamente contra la soberanía y contra uno de los muelles intocables de la democracia, como es la libertad de expresión.
Los que no pudieron retroceder a tiempo y por tanto quedaron desguarnecidos ante la historia, son los opositores políticos.
¿Acaso no era el momento de ofrecer una tregua en su condición beligerante de confrontación y ofrecer su corazón a la patria sabiendo que estaban siendo atacadas, nada más y nada menos, que la soberanía y la democracia?
¿Acaso no hubieran crecido en la consideración social si al menos suspendían por un momento sus inquinas contra el Gobierno y aunaran fuerzas junto a él para repudiar el fallo de Griesa, el amarre de nuestra Fragata y el ataque a los periodistas?
¿Acaso no pensaron que hubiese sido toda una muestra de civilidad estar presentes solidariamente el día que Roberto Caballero, Sandra Russo, Javier Vicente y otros comunicadores concurrieron invitados al Congreso de la Nación?
¿Acaso no caen en la cuenta del triste papel que ofrecen mostrándose en TN, mezclados todos ellos en un mismo lodo con tal de cumplir con la letra que les da Magnetto, solidarios con los poderosos, repitiendo la teoría de los dos demonios en clave de “gobierno versus Clarín”?
Quedaron a la intemperie de cualquier cobijo legítimo de la democracia. Y de esa ignominia no se vuelve fácilmente.
Nadie inventa nada en esta historia que venimos construyendo desde hace doscientos años.
Hay muchos antecedentes. Contemos uno que es muy ilustrativo.
Se dice que en los buques de guerra de la flota anglo-francesa que combatieron contra las tropas criollas comandadas por el General Lucio Mansilla en Vuelta de Obligado, en tiempos de don Juan Manuel de Rosas, había argentinos a bordo de los buques enemigos. Eran unitarios colaboracionistas, digámoslo así.
Pero poco se recuerda que esa afrenta a nuestra soberanía, estallada el 20 de noviembre de 1845, había iniciado su avance 8 años antes, a fines de 1837 y principios de 1838 con el bloqueo de la flota francesa al Río de la Plata.
Con distintos pretextos, las potencias europeas intentaban quebrar la idea de Nación soberana en este lugar del mundo. Contaron para tal empresa con los opositores a Rosas que para entonces conformaron un movimiento llamado “Comisión Argentina”.
Lo integraban conocidos dirigentes unitarios como Salvador María del Carril, Florencio Varela y Valentín Alsina, entre otros. Sin pudor patriótico alguno, entablaron una alianza con los extranjeros con el fin de derrocar al gobierno argentino.
En su monumental obra, Vida de San Martín, Norberto Galasso publica esta carta del General San Martín a Guido con motivo del bloqueo: “Este injusto bloqueo no me causaría tanto cuidado, si entre nuestros compatriotas hubiera más unión y patriotismo que el que en realidad existe; pero con los elementos tan discordantes de que se compone nuestro país, temo mucho que el gobierno no pueda sostener con energía el honor nacional…”
En carta a Rosas, el Libertador dirá: “Pero lo que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su Patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempo de la dominación española, una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”.
Todos venimos de esos vientos.
Algunos nos reconocemos en la Vuelta de Obligado peleando por la patria, y otros se reconocen, conscientes o no, vivando a “los libertadores” de la flota enemiga.
Es que identificarse con la cuestión nacional no es una abstracción de pacotilla. Es una forma de vivir y de sentirse argentino.
El 7/D alumbrará un mejor país para todos.
Y el 9 de diciembre, el pueblo saldrá a las calles para acunarlo en sus brazos.

Nelson Mandela, gracias por siempre

Año 5. Edición número 239. Domingo 16 de diciembre 2012

Resulta estremecedor: Graça Machel advirtió hace pocos días que la vida de Nelson Mandela se está apagando. Graça es mozambicana, fue la esposa de Samora Machel, el presidente revolucionario de Mozambique que murió en un accidente de aviación y que, años después, cuando Madiba –como se conoce a Mandela– cumplía 80, se casó con él. Estos últimos apacibles y retirados años de uno de los hombres más importantes del siglo XX, Graça estuvo a su lado, ambos empeñados en las campañas por los derechos de la niñez, en la lucha contra el VIH y en el acompañamiento de cuanta campaña humanitaria los convocara. Sin embargo, mientras Madiba se apaga no se oyen voces clamorosas que pidan vigilias por la salud de este gigante. No se ven inundadas las páginas de los diarios recordando las miles de historias que ennoblecen al género humano por tener a un espécimen de excelencia como éste.
Mandela es, como pocos, la muestra de lo artificiales que son las fronteras por nacionalidad, raza o idioma. Nació en una aldea de la tribu xhosa, la mayoritaria en Sudáfrica, y por pertenecer a una familia de linaje dentro de su comunidad alternaba nueve meses en escuelas donde convivía con chicos negros originarios de otras tribus, chicos blancos o mestizos. Pero tanto en verano como en invierno pasaba un total de tres meses en su aldea. Madiba siempre señala que, hasta sus 23 años, cuando se recibió de abogado, lo marcó la cultura tribal. Estaba marcado para ser líder por el lugar de privilegio social en su comunidad y por ser, al mismo tiempo, un negro desclasado en la Sudáfrica blanca, esclavista y xenófoba. Desde su paso por las aulas del colegio secundario, Madiba fue dirigente estudiantil y participó de las luchas por los derechos civiles al tiempo que era un deportista destacado, con predilección por el boxeo. La primera vez que conoció la privación de libertad fue por entrar a hacer pis a un baño reservado para hombres blancos. Pasó un día en la comisaría sin saber que, al comenzar el siglo XXI, pasaría a la historia por convertirse en el dirigente político que más tiempo pasó en prisión: la friolera de 27 años. Pero lo más notable de Madiba fue que ese tiempo le sirvió para modelarse como el hombre que entró a la cárcel por ser el jefe de La Lanza de la Nación –como se llamaba el brazo armado del Congreso Nacional Africano– y al poco tiempo de salir era electo como el primer presidente en elecciones en que los hombres y mujeres de raza negra podían votar. Pero hubo más, porque al año siguiente de ser electo, de cara al racismo de los blancos de tradición afrikáner, se plantaba como el hombre que estimuló a la selección sudafricana de rugby –con nueve de cada diez jugadores de color blanco– para que conquistara la copa del campeonato mundial que se jugaba justamente en Sudáfrica. La foto de Mandela con el capitán François Pienaar recorría el mundo como una señal de integración y de tolerancia del líder de las mayorías negras con aquella minoría blanca que había sometido al esclavismo durante generaciones a los pobladores originarios por el solo hecho de tener el pelo rizado y una piel de tonalidad oscura.
Madiba tenía 77 años cuando se abrazaba con el gigantón Pienaar. Cuando tenía 44 y había asumido la jefatura de La Lanza de la Nación, había partido al norte de África para entrenarse en el manejo de armas, explosivos y la dura vida del entrenamiento de combate. Anduvo por Etiopía y recuerda, en su diario de ese año 1962, lo que era dormir en el monte y escuchar el rugido de los leones o marchar con el sol a pique haciendo instrucción con la sola idea de volver a Sudáfrica y emprender la difícil decisión de pelear con las armas. Una decisión que significaba un quiebre con la vieja dirigencia del Congreso Nacional Africano del que formaba parte. No era una decisión apresurada sino la reacción a la ferocidad del régimen que, dos años antes, había ordenado el ametrallamiento de una demostración pacífica. Decenas de hombres, mujeres y niños fueron muertos en las calles en la llamada Matanza de Sherpaville y el gobierno blanco, a los pocos días, en vez de pedir perdón decidió prohibir toda actividad política que no fuera la de las organizaciones blancas identificadas con el régimen del Apartheid.
Mandela conoció en ese 1962 las penurias de los argelinos que perdieron cientos de miles de compatriotas en la resistencia a los franceses, a quienes vencieron, finalmente, en ese año en el queMadiba pisó Argelia. Leía a Mao para interiorizarse de La Larga Marcha, a Clausewitz para entender la guerra moderna, a Menajen Beguín para entender las tácticas de la guerrilla judía contra los británicos. Y estaba al frente de miles de resistentes sudafricanos que no eran sólo negros sino mestizos o de orígenes indios e incluso blancos. La lucha en la clandestinidad, para Madiba, duró poco: a los dos años fue capturado y los diarios se jactaban de llevar un proceso judicial ejemplar contra la encarnación del mal. Eso era Mandela para el régimen. Lo sometieron a una pantomima judicial y lo enviaron a la temible cárcel de Robben Island. Al cabo de 11 de los 17 años que pasó en esa prisión, le envió una carta a Winnie, su esposa. Ese texto, mirado a la distancia, ahora que su vida se apaga, puede verse como la palabra de un sabio templado para terminar en paz sus días en la Tierra y para dejar enseñanzas a quienes tomen a Madiba como un ejemplo de lo que significa desafiar la injusticia sin buscar a cambio nada más que una recompensa espiritual.
“La celda es un lugar idóneo para conocerte a ti mismo, para indagar con realismo y asiduidad cómo funcionan tu propia mente y tus sentimientos. Al juzgar nuestra evolución como personas, solemos centrarnos en factores externos como la posición social, la influencia y la popularidad propias, la riqueza y la formación. Sin duda, esos parámetros son importantes al evaluar el éxito de uno mismo en cuestiones materiales y es perfectamente comprensible que mucha gente se esfuerce especialmente en cumplirlos. Sin embargo, los factores internos pueden ser aún más cruciales a la hora de evaluar el desarrollo como seres humanos. La honradez, la sinceridad, la sencillez, la humildad, la generosidad sin esperar nada a cambio, la falta de vanidad, la buena disposición son la base de la vida espiritual de una persona. La evolución en cuestiones de esa índole es inconcebible sin una introspección seria, sin conocerte a ti mismo, sin ser consciente de tus puntos débiles y tus errores. Al menos, aunque sólo sirva para eso, la celda te da la oportunidad de analizar a diario tu conducta, de superar lo malo y de potenciar lo bueno que hay en ti. A tal efecto, meditar con regularidad (unos 15 minutos al día antes de acostarte) puede resultar muy fructífero. Al principio te puede parecer difícil definir los aspectos negativos presentes en tu vida, pero el décimo intento puede reportar muchas recompensas. No olvidemos nunca que un santo es un pecador que, simplemente, sigue esforzándose.”
La isla Robben está cerca del Cabo de Buena Esperanza, ahí donde se cruzan los océanos Atlántico e Índico y donde las olas y las mareas no conocen la tranquilidad. Ahí se templó en la paz este hombre. Años después, cuando estaba en una prisión continental y contaba 69 años, Mandela enviaba una carta a las autoridades de la Universidad de Sudáfrica, donde le habían permitido hacer estudios.
“Por la presente solicito estar exento de cursar Latín I por los siguientes motivos: aunque aprobé esa asignatura en los exámenes de matriculación en 1938, y a pesar de haber aprobado un curso especial en la misma materia en la Universidad de Witsatersrand en 1944, lo he olvidado prácticamente todo. Si se me obliga a presentarme al curso, tendré que empezar de cero. A la edad de 69 años, eso será una tarea sumamente ardua. Soy un abogado titulado, y ejercí como tal durante nueve años antes de mi arresto y condena. Si decidiera reanudar mi práctica de abogacía, no se me exigiría primero que tuviera un título en latín. De hecho, no tengo ninguna intención de volver a ejercer en el ámbito legal, como procurador ni como abogado. Incluso aunque pretendiera ejercer en el ámbito legal en algún momento futuro, no es probable que lo hiciera, puesto que estoy cumpliendo cadena perpetua. Si aceptan esta solicitud, propongo matricularme en Política Africana en vez de Latín I.”
Tres años después salía en libertad y en ocho más era electo por mayorías abrumadoras como presidente. Mandela decidió, al cabo de cinco años de mandato, promover a Thabo Mbeki como sucesor. Luego se hizo cargo de los destinos del país el actual presidente Jacob Zuma. No es tarea de un periodista decir lo que cualquier ser humano puede sentir al latir con esta historia: Gracias, por siempre gracias, Madiba.