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viernes, 7 de octubre de 2011

Cuidado con las resistencias al cambio. Por Eduardo Anguita. Sur


Pasadas las urgencias, queda más claro que un cambio en la compleja trama de los medios de comunicación es un tema cultural complejo. Nada más conservador que los hábitos de comprar determinados diarios, suscribirse a determinadas empresas prestadoras de televisión paga o clavar el dial de la radio. El consumo de productos privados, en la cultura capitalista, está sostenido en estudiadas campañas de publicidad y estrategias de distribución de productos y servicios. En ese sentido, muchas de las estrategias de comunicación pública carecen de la agresividad y la presencia de los medios privados. Entre otras cosas, porque no persiguen rentabilidad económica con los mismos parámetros y, sobre todo, porque persiguen lo que suele denominarse rentabilidad social y cultural.
Así, la evaluación de cuánto se avanza en la aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, a dos años de su sanción, requiere entender que no se quiere reemplazar un sistema por otro, tal como sostienen los comunicadores del establishment conservador. El proceso de apropiación social de las herramientas que pueden construirse para multiplicar las voces es complejo. En principio, es mucho más lento que el de instalar un producto comercial tras un estudio de marketing. Además, el Estado no tiene estructuras dinámicas destinadas a tales fines ni mucho menos una experiencia vasta en abrir canales de diversidad cultural y mediática. Sí tiene medios del Estado que, como Canal 7 y Radio Nacional, están jugando un rol importante en abrir una oferta informativa y cultural que escape a los cánones monopólicos. Sin embargo, sus propias estructuras son pesadas y no dejan de ser la voz oficial en un concierto que tendrá muchas más voces a medida que se afianza la cultura de la transformación, que quizá no resulte revolucionaria en términos de cómo se concebían las revoluciones en los sesenta y setenta, pero sí lo es en cuanto a que los cambios tienen una marca en común. Se trata de iniciativas sociales, apropiadas por decisión del Estado y devueltas a la sociedad en forma de políticas públicas para que, a su vez, sean retomadas por la sociedad para convertirlas en hechos que mejoran la vida cotidiana.
Este proceso, complejo y arduo, plagado de resistencias culturales, es también saboteado por quienes defienden privilegios que quedan en jaque ante los nuevos escenarios. Es bueno que tener un trabajo registrado, una obra social correcta y una escuela pública para mandar a los chicos, resulte una cosa natural en una familia trabajadora. Sin embargo, la naturalización no puede ser ajena a que eso es el resultado de decisiones previas. Es preciso añadirle el valor subjetivo de la apropiación. Es preciso hacer la pausa y encarar el proceso de conciencia.
Por ejemplo, los juicios por delitos de lesa humanidad se llevan a cabo con los jueces naturales. Nada menos natural que haber llegado a que los magistrados encaren el compromiso de poner en el banquillo a los responsables de haber degradado los tres poderes del Estado. Especialmente porque la última dictadura –no fue la única desde luego– suprimió el Poder Legislativo y nombró a quienes quiso en el Ejecutivo. En cuanto al Poder Judicial, los cambios fueron más quirúrgicos. Su fisonomía cambió mucho menos que su naturaleza. Porque los magistrados pasaron de jurar por la Constitución a jurar por la Constitución más los estatutos del llamado Proceso de Reorganización Nacional, dos textos que son el agua y el aceite. La sola combinación desnaturaliza la democracia. Sin embargo, hasta que lo nuevo se va imponiendo sobre lo viejo, pasa tiempo. En la Argentina, no menos de una generación. En varios países latinoamericanos, respecto de las violaciones a los derechos humanos y las prácticas genocidas, los cambios resultan mucho más lentos. O ni siquiera se dan. El caso de Chile, con Sebastián Piñera, donde se vive un retroceso claro. La evidencia es su defensa de la privatización de la enseñanza, que no fue un proceso natural sino una brutal contrarreforma del pinochetismo. Piñera estudiaba en Harvard cuando Augusto Pinochet dio el golpe de Estado. Hace poco, el economista norteamericano James Henry relató en un artículo publicado por Forbes la felicidad del joven estudiante chileno Piñera por el fin de la democracia en Chile.
Otra muestra de las tensiones y contrastes en esta región del continente lo constituye el resultado de la primera vuelta electoral de las presidenciales en Guatemala. Los dos candidatos que quedaron de cara al ballottage son Otto Pérez Molina, con el 36 por ciento de los votos, seguido por Manuel Baldizón, que tuvo el 23 por ciento. El primero formó parte de la brutal represión en ese país. El segundo es partidario de la pena de muerte. La Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú obtuvo el 3 por ciento de los votos. Unos 150.000 guatemaltecos la votaron, una cifra similar a la cantidad de asesinados desaparecidos durante los años de terror en Guatemala.
Si el Miami Herald se apresura en publicar que Hugo Chávez está internado y grave en una clínica militar de Caracas es porque está soñando en una Venezuela sin socialismo del siglo veintiuno o, dicho de otra manera, en recuperar ese país para el concierto de naciones colonizadas por intereses de las multinacionales. Si Barack Obama sale a decir que no percibe cambios en Cuba como para terminar con cuatro décadas de embargo, es porque quiere ratificar que es el presidente del Imperio al que le gustaría sumar soldados cubanos a los salvadoreños o guatemaltecos o mexicanos que juraron lealtad a la US Army y están en Afganistán o Irak.
Magnetto, Duhalde, Soria. El momento promisorio de la Argentina requiere de comprensión. Sin valorar las tensiones o desconocer que hay quienes quieren frenar o desviar el cambio, es posible caer en una valoración acrítica y no tener presentes la cantidad de desafíos pendientes. Clarín y La Nación esta semana redoblaron su campaña contra el cambio. Sus directores en Papel Prensa echaron hasta a los síndicos del Estado. Ante cierto titubeo en la Justicia sobre la jurisdicción de la causa, Héctor Magnetto se envalentonó y pretende contraatacar. En concreto, la causa está entre la indecisión del juez federal de La Plata Arnaldo Corazza y la declaración de incompetencia del juez Daniel Rafecas, que tramita en la Cámara Federal porteña. Corazza parecería ser el juez natural, porque las torturas y crímenes a los directivos de Papel Prensa y familiares de David Graiver fueron en esa jurisdicción. Pero Corazza no hizo avanzar el expediente y hubo quienes quisieron llevar la causa a la Capital, dado que la apropiación fue en despachos de La Nación, escribanías y en la mismísima Casa Rosada. Dado que se tipifican como delitos de lesa humanidad y el componente más fuerte es el vinculado a los secuestros, torturas y muertes, Rafecas consideró que el lugar natural es La Plata. Lo mismo, será la Cámara porteña la que resuelva esta cuestión. Sería útil que la historia no se prolongue mucho. Máxime si es cierto que Magnetto, encima, pretende querellar por falso testimonio a Lidia Papaleo, quien declaró que fue el CEO de Clarín quien le dijo que si no firmaba la vida de ella y de su hija María Sol corrían riesgo. Este capítulo, el de la historia de apropiación de Papel Prensa, no es uno más de la historia de concentración de poder por parte del Grupo Clarín. Es el tema capital. Es el que permite entrar en la trama de complicidades con los militares. Es el que permite avanzar en conocer la trama de algunos empresarios con el plan criminal ejecutado en esos años.
De Eduardo Duhalde debe decirse que las evidencias de pertenencia al grupo dirigido por Magnetto son muchas. La más importante fue que Clarín quería controlar el proceso de transición abierto a partir de la caída de Fernando De la Rúa. Clarín confió en Duhalde (tal como lo informaba con claridad Ámbito Financiero, que era intransigente con Papel Prensa) porque el entonces senador bonaerense se había comprometido a promover la llamada Ley Clarín, que era un proyecto que debía entrar de la mano del Ejecutivo dado que en enero había Sesiones Extraordinarias y sólo se tratan leyes a pedido de la Casa Rosada. Era simple: ante una posible debacle financiera, por las normas reinantes, los acreedores podían haber forzado que los activos del grupo quedaran en sus manos o en las de quien se los comprara. Uno de los que estaban en esa maniobra era nada menos que Raúl Moneta, banquero que luego sumó medios de comunicación (en la actualidad tiene La política on line, El Guardián, El Federal y Radio Belgrano). Duhalde cerró filas con Magnetto, con quien tenía una estrecha relación para sumar caos en las calles luego multiplicado por los medios de Magnetto. Para el caos, el lomense contaba con el combo de la mejor policía del mundo, como llamaba a la Bonaerense, más sus lazos con agentes de la Side y el inestimable concurso de algunos intendentes y punteros sindicales. La ley salió con modificaciones y se la conoció con el pomposo nombre de Ley de Industrias Culturales. Cumplía el mismo rol. No podían quebrar así nomás (el procedimiento de traspaso de activos a los acreedores tan temido era llamado crack down en la jerga financiera) las empresas que tuvieran un 80 por ciento de capitales argentinos. Curiosamente, el Grupo Clarín había declarado que Goldman & Sachs había comprado el 18 por ciento de las acciones. En un estudio de abogados de Buenos Aires hay constancia de que fue bastante más la participación de accionistas no argentinos, pero nunca prosperaron las investigaciones para probarlo. Las relaciones Magnetto-Duhalde se profundizaron en varios aspectos. No le reportaron dividendos electorales en las Paso a Magnetto y el CEO de Clarín sabe que el lomense no le aportará muchos diputados que puedan hacer lobby para el monopolio. Pero también confían en que las relaciones de fuerzas cambien. Trabajan incansablemente para captar dirigentes o supuestos dirigentes.
¿Y Carlos Soria, el electo gobernador de Río Negro? ¿Cuál fue el rol de Soria en esos meses de gobierno de Duhalde? ¿Qué queda de ese pasado? Tal como publicó Miradas al Sur el 11 de mayo pasado, Soria no se privó de fotografiarse con el criminal nazi Erik Priebke. Fue funcionario de Seguridad en la provincia de Buenos Aires y segundo de la Side con Duhalde presidente. El domingo pasado, el mismo día de las elecciones, el periodista Horacio Verbitsky publicó en Página/12 un artículo que confirma lo dicho por este semanario y agrega varias cosas más. La reacción de Soria fue una confirmación de lo que afirman todos quienes lo conocen. A su ideología de derecha confesa le añade un trato áspero, con amenazas verbales permanentes. El mismo día en que Verbitsky publicó la nota, Soria fue entrevistado por Gustavo Mira en Radio 10, y bastó que Mira repreguntara sobre los dichos de Verbitsky para que Soria perdiera la tranquilidad, pasó de tratarlo de usted y con respeto a tutearlo y gritarle. Agregó al periodista Mario Wainfeld a sus insultos a Verbitsky. Soria, para mostrar quién es, luego dijo en otra entrevista periodística que “Verbitsky es un montonero trucho, que vendió compañeros”. Es una pena que algunos periodistas no tengan formación ni capacidad de reacción frente a semejantes despropósitos que merecen repreguntar hasta que quede claro de dónde puede afirmar alguien que pasó por la Side semejante barbaridad. Entre las cosas que le hacen perder los estribos a Soria, está su participación en las muertes de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki el 26 de junio de 2002, crímenes alevosos que provocaron la decisión de Duhalde de convocar a elecciones generales.
Sin duda, esto no debería quedar acá. Dado que Soria fue recibido por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner a dos días de la elección, es preciso entender por qué Soria fue con la boleta del Frente para la Victoria. Independientemente de que la historia de Soria crea un problema delicado para quienes muestran convicción por los derechos humanos, Soria es el resultado de una gestión valorada de modo positivo en General Roca, lugar en el que fue intendente por primera vez en 2003. En estos años de crecimiento, Roca se fortaleció como polo productor y exportador frutihortícola, tuvo mucha inversión en educación, salud y obra pública, y Soria no estuvo denunciado por hechos de corrupción. Fue candidato a gobernador sin ganar elecciones internas en el PJ, dado que el congreso partidario, convertido en órgano elector, resolvió su candidatura. Contó para ello con la decisión del senador Miguel Pichetto –el otro dirigente en carrera–, que se bajó para favorecer “la unidad”.
Se impuso por amplio margen no sólo en Roca, sino también en Bariloche y Cipolletti. Un dato significativo es que en esas ciudades hay una presencia decisiva del diario Río Negro, un aliado eterno del radicalismo. El matutino de Julio Rajneri –redactor de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final como ministro de Educación y Justicia de Raúl Alfonsín– le dio su apoyo a Carlos Soria casi de manera explícita, pese a tener una línea editorial crítica al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Soria nunca salió al cruce de esa línea editorial. La relación de Soria con Rajneri tiene más que ver con la economía del Alto Valle exportador: Rajneri es dueño de Patagonian Fruit, segundo exportador de frutas de la región. Hay que resaltar que el radicalismo estaba muy desgastado tras casi 28 años al frente de la gestión provincial. El saliente gobernador Miguel Saiz quedó muy pegado a una policía provincial salpicada de mano dura, muerte de menores por gatillo fácil y vinculaciones diversas con el narcotráfico.
En ese escenario, y con su historia a cuestas, ganó Soria. Una Argentina plural no es lo mismo que un país sin identidad. El cambio cultural del que se ocupó este artículo en sus primeros párrafos también tiene un desafío en el plano de las ideas, convicciones y prácticas de quienes acceden a cargos de poder. Esta primera semana de Soria es un alerta. Un desafío para el proyecto nacional y para quienes lucharon con valentía por un país justo, sin personeros oscuros con ideas retrógradas.

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